El patinaje empezó en Sar

Otoño de 1975. Descanso del partido Obradoiro-Mollet en el reluciente pabellón de Sar. La parroquia obradoirista está contenta porque el equipo va ganando con solvencia al equipo catalán (40-22) y porque acaba de debutar el nuevo fichaje santiagués, Jimmy Thorsden. Y de pronto, mientras unos aficionados se dirigen al bar para comprar unas pipas o tomar un refresco y otros van al baño, se escucha en el pabellón una gran ovación. La ocasión lo merece: en ese momento estaba a punto de comenzar la primera exhibición de patinaje celebrada en Santiago y las protagonistas eran dos niñas coruñesas de 6 y 7 años, las hermanas Julia y Eva Sainz Vaquero.

La prensa local ya avisaba la víspera del espectáculo que se iba a celebrar en el descanso del partido. «Los santiagueses será la primera vez que vean un espectáculo de este tipo, puesto que antes nunca había un sitio para ofrecer algo de este estilo», indicaba El Correo Gallego. Todo era consecuencia de la falta de instalaciones deportivas que sufría la Compostela de mediados de los años 70. De hecho, la inauguración de Sar unos meses antes sirvió para que Santiago tuviese su primera instalación con parqué. Hasta ese momento la ciudad carecía de ella, por extraño que ahora nos parezca.

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Las hermanas Eva y Julia Sáinz Vaquero (Fotos: El Correo Gallego)

En el periódico compostelano ponían por las nubes a las jovencísimas patinadoras. Pero, teniendo en cuenta su edad, se rogaba comprensión a los espectadores si el espectáculo no salía según lo previsto. Así lo explicaba El Correo: «Claro está que a estas niñas no se les puede pedir cosas de un coeficiente de dificultad muy alto, dado que a sus edades no han tenido tiempo suficiente para adquirir un dominio perfecto de los patines».

Pero las cautelas no fueron necesarias. No hubo miedo escénico y la actuación de las hermanas Sainz Vaquero fue un auténtico éxito. Ambas «realizaron una bella exhibición de patinaje artístico, haciendo todavía mayor el delirio del respetable el cual aplaudió mucho la actuación de las dos niñas las cuales, pese a la temprana edad, dieron una buena muestra de dominar bien los patines».

Por debajo de estas líneas podéis ver a una de las hermanas en el transcurso de la histórica actuación. Y pese a la mala calidad de la imagen, se ve con claridad que la mayor parte del público obradoirista se quedó en la grada para comprobar la destreza de las jóvenes patinadoras coruñesas.

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Al poco de encontrar esta historia he podido ponerme en contacto con una de las protagonistas. Julia Sainz es actualmente la jefa de estudios en un instituto de la provincia de Pontevedra. Y, con gran amabilidad, se prestó a recuperar los recuerdos de aquella mañana de domingo en Santiago.

Lo primero que me confirma es que, efectivamente, el patinaje era un deporte desconocido en Compostela hace más de 40 años. En aquella época los niños santiagueses no practicaban el patinaje porque no había escuelas que lo enseñasen. De hecho, Julia me cuenta que las primeras escuelas de patinaje en la ciudad arrancaron a mediados de los años 80. Fue en el 86 cuando comenzó la de Santa Isabel, cuyos profesores viajaban desde A Coruña para impartir las clases. También por esa época entró el patinaje en los colegios de la ciudad.

Julia no recuerda cómo se gestó lo del pabellón de Sar. Pero tiene alguna sospecha. «Mi madre es de Santiago… y mis tíos eran aficionados al Obradoiro», me cuenta. Así que no es descabellado imaginar que algún familiar le comentase a los directivos del club que conocía a dos pequeñas patinadoras dispuestas a hacer una exhibición. Tampoco olvida los lógicos nervios de actuar ante tanta gente con solo 6 y 7 años.

«Por cierto, creo que esa vez fue la primera que asistí a un encuentro de baloncesto de tal nivel». En la capital herculina «íbamos a ver el hockey y éramos socios del Liceo, qué diferente y qué similar, el ambiente y el ánimo de la gente», rememora. Años después de aquello, Julia se vino a estudiar a Santiago pero mantuvo un vínculo con el patinaje. Aunque, cosas del azar, el baloncesto volvió a tener un hueco en su vida: «Mi hijo jugó en las categorías inferiores del Obradoiro».

 

 

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