Afrontaba el Obradoiro en la temporada 1975-76 el reto de consolidarse en la Segunda División. La temporada anterior había alcanzado una permanencia (que en realidad era un ascenso) en un partido memorable contra La Casera de Lugo en el viejo pabellón de Sar. Y ahora el objetivo era más complejo: tocaba afianzar la presencia del equipo compostelano en la categoría de plata del basket español, que por primera vez iba a contar con un grupo único para toda España.
Una de las prioridades en el verano de 1975 (unos meses muy convulsos en España por el empeoramiento de salud de Franco) fue la de buscar un jugador extranjero que reemplazase a Dave Stoczynski, uno de los referentes del equipo en la temporada recién finalizada. Pero la tarea de sustituir al jugador de Erie no resultó nada sencilla.
El primer jugador en sonar fue Mark Wasley, un americano que jugó durante dos años en los Sun Devils de la Universidad de Arizona State y que en el draft de 1974 había sido elegido en la 10ª ronda por Phoenix. Wasley, pívot corpulento de 2,07, fue descartado por la directiva del Obradoiro tras conocer las pretensiones del jugador. «Pedía 20.000 dólares, un piso en las afueras de nuestra ciudad o cerca de la playa, y un coche para poder desplazarse desde su casa hasta el Pabellón», destacaba El Correo Gallego.

Pocos días después aterrizaba en Santiago otro pívot, Al Faber, que sí dejó muy buenas sensaciones en los entrenamientos con el Obradoiro. Faber era un 2,04 que pasó tres años en la universidad norteamericana (en los Piratas de East Caroline) y que llegó a tener una prolífica carrera en Holanda, con la que disputó tres eurobasket. Antes de que el equipo santiagués lo atase el pívot se marchó al Ajaccio de Córcega y desde allí avisó de que se quedaba en la isla francesa. Años más tarde acabó formando parte del mítico Den Bosch, un clásico de las competiciones europeas y dominador del basket en los Países Bajos.
La sorpresa llegó a finales de septiembre, cuando Mark Wasley regresaba a prueba a los entrenamientos de Obradoiro. Wasley incluso disputó un amistoso con el Obra en Ferrol, en el que logró 21 puntos «y fue un contrapunto eficacísimo en defensa de su aro«, según destacaba la prensa local. Pero su retorno despertó las sospechas en las filas santiaguesas, toda vez que estaba dispuesto a cobrar la mitad de lo que pedía semanas antes. «Se trata de un jugador indolente, que no quiere saber nada de llevar ‘leña’ bajo los tableros», advertía El Correo Gallego. Finalmente no fue elegido.
Los problemas concluyeron el 1 de octubre de 1975. El Obradoiro cerraba al fin la contratación de su pívot de referencia. Era un puertorriqueño de casi dos metros, 27 años, titular con su selección (había participado en los Juegos Olímpicos de Munich 72 y en el Mundial del 74) y que estaba a punto de disputar los Juegos Panamericanos. Su nombre traería de aquí en adelante numerosos equívocos: Jimmy Thordsen. «Es uno de los buenos reboteadores del basket mundial«, afirmaba la prensa compostelana.

En su llegada a Santiago fue clave la llamada telefónica que le hizo otra leyenda del obradoirismo, su compatriota Owi Cameron, que ya residía desde hacía varios años en la capital gallega. «Fue Cameron quien me contacta en Puerto Rico para que fuera a Santiago a una prueba», nos cuenta Thordsen cuando le preguntamos cómo llegó a Compostela. Las referencias eran óptimas. Thordsen dejó huella en el Saint Joseph’s College de Indiana, en el que estudió entre 1971 y 1975. Antes de llegar a Santiago batió todos los récords de esta universidad. Y fue el primer jugador que vio como le retiraban la camiseta del equipo de Los Pumas de Saint Joseph.
Las cualidades del nuevo 11 del Obra ya quedaron patentes tras un amistoso contra el Ademar de Vigo disputado en el pabellón de Sar al poco de firmar el contrato. Gran defensor bajo tablero, facilidad de movimientos, rebote en ambas canastas y, algo insólito en aquellos momentos, una gran facilidad para efectuar el salto y poner tapones. Y una anécdota. «Sólo con ver cómo se movía el jugador hispanoamericano antes de comenzar el encuentro nos bastó para para darnos una idea de las condiciones de buen jugador que poseía», contaba la crónica del día siguiente.
El Obradoiro 1975-76 es recordado como uno de los mejores equipos que ha tenido el club en toda su historia. Ese año defendieron la elástica blanca jugadores como Tonecho Lorenzo, Motos, José Antonio Gil, López Cid, Andrés Caso, Alfredo Domínguez, Abejón, Pepe Conde, Pita o un jovencísimo Quino Salvo, que sería una de las revelaciones de la temporada. Pero el arranque del equipo fue dubitativo y en eso también influyó decisivamente la tardía incorporación de Jimmy Thordsen y su período de adaptación, ya que no pudo realizar pretemporada en el Obra. El jugador puertorriqueño se perdió los dos primeros partidos al estar con su selección en el Panamericano. Y esos dos encuentros se saldaron con dos derrotas para los compostelanos.

La irregularidad caracterizó esa primera parte de la temporada, en la que Thorsden se va poco a poco acoplando a los sistemas del baloncesto español y a los esquemas de Alfonso Rivera. Pero el equipo no termina de carburar y a finales de diciembre Rivera acaba siendo sustituido por José Manuel Couceiro en el banquillo, lo que supone un revulsivo en el equipo compostelano. El equipo tenía un balance de 5-2-6 a finales de enero. Desde entonces encadena ocho victorias consecutivas e incluso sueña con el ascenso a la Primera División.
En esta remontada es pieza clave Jimmy Thordsen. La prensa santiaguesa apuntaba en navidades que el jugador franquicia del Obra «no acababa de cuajar». Todo cambió a medida que avanzaba la temporada. Thordsen se consolida como referente en ataque y logra actuaciones soberbias, como contra el CAU de Oviedo (34 puntos) o el Castellar (27). También mejoran sus problemas en la rodilla, que habían mermado su rendimiento en la primera vuelta.
En el cambio de rumbo hay un partido decisivo. Es el 21 de marzo y lo disputan el Obra y el Askatuak Dicoproga de San Sebastián, líder indiscutible de la categoría. Los santiagueses realizan un partido soberbio en Sar, tumban a los vascos (69-64) y se acercan al ascenso. Thordsen consigue 17 puntos. «Jimmy es firme puntal día a día (…) es un gran jugador de equipo que sacrifica todo su lucimiento personal en bien del conjunto», asegura El Correo Gallego. A esas alturas ya promediaba 18 puntos por partido, bien secundado por el resto de sus compañeros.

El sueño del ascenso se esfumó en la penúltima jornada frente al Caja Rural en Canarias, convertida ya entonces en tierra maldita para los intereses del Obradoiro. Como recuerda el propio José Manuel Couceiro, se perdía por ocho puntos a falta de dos minutos pero el partido no se dio por perdido. Al final, una dolorosa derrota por dos puntos (82-80) que no empañó una fantástica temporada en la que el Obra concluye en tercera posición. 35 años después, el equipo santiagués volvió a tropezar por partida doble en las islas contra el CB Canarias y el UB La Palma. Aunque esta vez el premio final fue distinto para la formación gallega y el Obra acabó ascendiendo a ACB en Burgos.
«Fue una grata experiencia, logré establecer muy buenos amigos y guardo muchos recuerdos gratos», nos relata Jimmy, que recientemente visitó Santiago y tuvo tiempo de compartir mesa y mantel con algunos de sus amigos. Además de esas amistades, Thordsen también se llevó de Santiago el trofeo al máximo anotador del equipo, que otorgaba la firma comercial Hermanos Manzano. Lo recibió el 5 de mayo de 1976. «Tuvimos una buena temporada y por poco subimos a primera», recuerda.

¿Y después? Obradoiro tuvo que buscar otro recambio porque Thordsen decidió pasar por el quirófano para solucionar sus problemas de rodilla. Un pequeño contratiempo que no le impidió volver a defender los colores de Puerto Rico en los Juegos Olímpicos de Montreal 76. Y que no frenó su trayectoria deportiva en su país natal, donde el baloncesto es deporte nacional. Allí defendió durante 14 años la camiseta de los Gallitos de Isabela. Nuestro protagonista superó la barrera de los 6.000 puntos en la BSN, la competición nacional de Puerto Rico.
Pero el jugador puertorriqueño se llevó para la isla algo más que un trofeo. «Para mí y mi familia, Santiago es uno los lugares predilectos para visitar», asegura Jimmy, que nos explica que ha seguido muy cerca la «legítima» batalla judicial del Obradoiro para retornar al baloncesto profesional. Un compatriota suyo dirigió al Obra entre 2010 y 2012. En otra posición en la cancha, pero exactamente lo mismo que hizo Thordsen 35 años antes.
(Artículo original publicado en julio de 2011)