Pocos fichajes crearon tantas expectativas en el obradoirismo como el de Mike Schultz en el verano de 1987. Y pocas personas han dejado una sensación tan amarga cuando se recuerda su paso por el Obra. Un jugador de una calidad indiscutible, que había brillado en un equipo subcampeón ACB pocos años antes, pero cuya experiencia en Santiago fue ingrata. Aunque quizás en este recuerdo influya el penoso final de Schultz: una leucemia fulminante se lo llevó por delante en la primavera de 1990. Ni siquiera tuvo la oportunidad de irse a Estados Unidos a recibir un tratamiento para el que se había jugado un partido benéfico unas semanas antes de su muerte.

Mike Schultz aterrizó en España en 1984. En septiembre de ese año el Joventut de Aíto anunció el fichaje de un desconocido pivot de 2,05, de color «y con amplia experiencia europea». Pero lo cierto es que dos años antes nuestro protagonista había estado a punto de fichar por otro equipo catalán, el Areslux Granollers. Aquello no llegó a cuajar por una inoportuna lesión en la espalda que provocó que el equipo entrenado por Jesús Codina abortase su fichaje a última hora. Areslux fichó a otro tío y Schultz prosiguió su carrera de trotamundos.
Y es que Mike no era un chaval cuando se dio a conocer en nuestro país. Tenía casi 30 años el día que aterrizó en España. Había nacido en 1955 en Nueva York pero su formación académica y deportiva se centró en la ciudad de Houston: primero en el San Jacinto College, donde pasó dos años, y posteriormente en la Universidad de Houston, en la que militó entre 1976 y 1978. Schultz destacó con los Cougars gracias a sus 10,7 puntos y 9,7 rebotes de media en su primera temporada, y mejorando sus prestaciones en la segunda: 13,2 puntos y 10 rebotes.
No solo eso. Fue también el primer jugador de la Universidad de Houston en ser nombrado MVP de la conferencia. Un galardón que solo cuatro jugadores más han conseguido en la historia de esta universidad, entre ellos un tal Hakeem Olajuwon. Pero a Mike Schultz le pasó lo mismo que a cientos de jugadores que pasan por la NCAA: no encontró sitio en el draft (del 78) y tuvo que buscarse la vida fuera de Estados Unidos. Son solo conjeturas, pero es probable que el físico fuese su principal enemigo para acceder a la élite. Un 2,05 con poco peso y altura para jugar de center y sin la suficiente velocidad para ser un 4 en la NBA.
La trayectoria de Schultz en Europa tampoco era demasiado brillante. Ni siquiera se encuentran datos sobre su paradero entre 1978 y 1984. Según la prensa española de la época, militó en varios equipos de ligas de segundo nivel (Holanda, Filipinas, Suiza, Bélgica). Hasta que Aíto le ficha para formar parte del Joventut en el mes de septiembre del 84. Un cambio que supuso un punto de inflexión en su carrera justo en un momento de plena madurez, cuando ya encaraba los 30 años en su utilizadísimo pasaporte.

El rendimiento de Mike Schultz en el Ron Negrita Joventut fue espectacular. En esa temporada 84-85 jugó 37 partidos, promediando más de 15 puntos y 10 rebotes por partido. Y la Penya se plantó en la final de la ACB tras cargarse al Barça en semifinales, aunque el Real Madrid acabó llevándose el título. Ese año nuestro protagonista también jugó la Korac y, lo más importante, dejó un gran recuerdo entre la afición de Badalona que le sería de gran utilidad más adelante.
Su forma de jugar la definió el propio Aíto a las pocas semanas de tenerlo en la plantilla. «Es un hombre bastante completo… sabe hacer un poco de todo, rebotea y defiende muy bien, y sin ser un excelente tirador tampoco se muestra inseguro cara al aro», explicaba a El Mundo Deportivo el técnico verdinegro. El mismo periódico detallaba en octubre que el «sublime» Schultz había hecho «diabluras antológicas en ataque y aburrió en defensa a White», el extranjero del equipo rival.
En Badalona alucinaban con él y, sobre todo, con su rendimiento. «Y lo encontraron perdido en Suiza!», destacaba en octubre de 1984 la prensa catalana. Era sin duda una de las sorpresas de la liga. Y por encima marcaba tendencia con sus clásicas muñequeras de medio metro. Inolvidables, como sus semiganchos. O su capacidad reboteadora. Solobasket lo incluyó entre los 25 mejores reboteadores que han pasado por la ACB.
Extraños problemas oculares
La siguiente parada de Schultz en España fue Málaga, en la Primera B, para reforzar al Caja de Ronda en su batalla por ascender a la ACB. Pero en tierras malagueñas vivió una situación poco menos que extravagante. Nada más empezar la temporada Mike comenzó a tener problemas de visión. Esa lesión se fue agravando hasta que se le detectó una conjuntivitis grave. Y Schultz acabó «a oscuras y en soledad», según relataba El Mundo Deportivo el 8 de octubre de 1985: «Schultz lleva desde la semana pasada cerrado a cal y canto en su apartamento, sin poder salir ni recibir más visitas que aquellas que afectan a su tratamiento médico (…) su conjuntivitis puede resultar contagiosa y requiere total oscuridad». Un vampiro del basket.

Por suerte para el baloncesto, Mike Schultz no se quedó de por vida encerrado en su apartamento. Tras siete jornadas fuera de la pista retornó a la competición en la jornada 11 y acabó con buenos números la temporada en Caja de Ronda, pese a que los malagueños tuvieron que esperar un año más hasta conseguir el ascenso. Eso le sirvió para ganarse una nueva oportunidad en la temporada 86-87 y de nuevo en Badalona, sustituyendo temporalmente al lesionado Winfred King.
Pero los astros estaban de su parte y el mismo día que regresaba a las pistas, en octubre, King sufrió otra lesión y Schultz acabó quedándose el resto de la temporada: más de 17 puntos y 9,4 puntos por partido. En un equipo puntero de la ACB. Volvemos a la pregunta del principio: ¿Cómo no iba a ilusionarse la afición del Obradoiro cuando meses después se concretó su fichaje?
En el Obradoiro
Tras dos temporadas consecutivas con buenos resultados en la Primera B, la directiva del Obradoiro hizo un importante esfuerzo económico en el verano de 1987 y consiguió fichar a Schultz. Era un golpe de efecto con un claro objetivo: intentar dar el salto a la ACB liderados por un veterano de 32 años que venía de hacer grandes números en la máxima categoría. Pero la apuesta acabó saliendo mal.
Aquella temporada 87-88 acabó siendo un desastre. El Obra no solo no luchó por el ascenso, sino que encadenó una serie de malos resultados que lo condenaron a jugar por no descender. Y eso que la plantilla, por nombres, estaba diseñada para estar en la parte alta de la categoría. Seguían de la temporada anterior Dosaula, Bill Collins, Mario Iglesias o Julio Torres. Y además de Schultz también se había fichado a gente como Abadía (que llegaba de ACB).

En esa temporada se juntaron varios problemas. Por un lado, el Obra perdió a un grupo de jugadores nacionales (Ricardo Aldrey, Juane, Lete, Calvelo…) que tan buen resultado le había dado en años anteriores. Y la plantilla estaba descompensada, sobre todo en el aspecto defensivo, lo que explicaría por qué, por ejemplo, el Obra encajó más de 100 puntos en sus cuatro salidas del mes de octubre. Para colmo, a mediados de noviembre Bill Collins hizo las maletas de forma inesperada y su sustituto fue un alero, Aaron Brandon, lo que agravó todavía más los problemas en la zona.
Estadísticamente el paso de Schultz por Santiago fue positivo. Mike no se perdió ni uno de los 44 partidos que disputó el Obradoiro aquella temporada y promedió más de 21 puntos por encuentro. Fue la referencia ofensiva en casi todos los partidos, con exhibiciones como los 41 puntos frente a Salesianos o los 38 frente a Badajoz. Y sus actuaciones no pasaron desapercibidas. De hecho, el Caja Bilbao lo quiso fichar pasadas las navidades pero el Obra no aceptó quedarse sin su jugador franquicia.
Pero más allá de los números, aquella no fue una buena temporada ni para el Obra ni para Schultz. Especialmente para el club. El objetivo del ascenso a principios de temporada fue diluyéndose a medida que avanzaban las jornadas y una serie de derrotas abocaron al equipo a jugar por evitar el descenso. Incluso hubo varios cambios de entrenador. Y en la fase de descenso tampoco hubo suerte. Tocó jugar un play-out frente a Andorra, con factor cancha a favor. Los dos partidos en casa terminaron en derrota. De nada sirvió ganar el tercero en el Principado, porque los andorranos se llevaron el cuarto (117-86) y certificaron el descenso del Obra. Se había consumado el desastre.

Para Schultz tampoco fue un buen año. Así lo puso de manifiesto el propio jugador en una entrevista que le concedió a dos alumnos del colegio Alborada, Xan Codesido y Javier Vilas. Esa entrevista se hizo justo antes del play-out, y en ella reconocía que su situación no era la mejor. «Tengo muchos problemas con el equipo, es mejor no hablar nada», aseguraba, explicando que quería fichar por Caja Bilbao «porque el equipo de aquí tiene problemas de dinero». Según publicó El Correo Gallego, el salario de Mike rondaba el millón de pesetas al mes, una cantidad que la mayoría de jugadores de LEB no cobran hoy en día.
Esa entrevista también permitió conocer algo más sobre su vida personal. Como por ejemplo, que estaba divorciado y tenía un hijo. O que en la universidad tuvo dolencias físicas por un problema sanguíneo. O que le gustaba Santiago, pese a que «aquí llueve mucho», una queja habitual en los jugadores foráneos del Obradoiro. Su ídolo baloncestístico era Abdul Jabbar.
Triste final
Pocos se podían imaginar que a Schultz le quedaban poco más de tres años de vida cuando se marchó de Santiago. Su carrera deportiva continuó en Juver Murcia (temporada 88-89) y en el Badajoz (89-90), con el que solo disputó tres partidos. Una «maldita leucemia» (así habló de ella Javier Ortiz en su artículo sobre Mike) lo retiró de las pistas casi sin tiempo para despedirse. En un primer momento se pensó que la enfermedad era menos grave de lo que parecía. Nada más lejos de la realidad.
El deterioro físico de Schultz fue tan voraz que el basket español se movilizó y dos de sus exequipos (Joventut y Juver) organizaron un partido amistoso el 4 de junio de 1990 para recaudar fondos. La idea era reunir lo máximo posible para acercarse a los 20 millones de pesetas que costaba el tratamiento en un hospital de Seattle, el mismo en el que se había curado José Carreras.

Pero el avance de la enfermedad no solo le negó la oportunidad de someterse a ese trasplante de médula. Ni siquiera pudo acudir al partido de homenaje, puesto que en ese momento ya estaba ingresado en la UCI y con respiración asistida. Ese mismo mes, el 21 de junio de 1990, Mike Schultz fallecía a los 34 años en una habitación del hospital barcelonés de Sant Pau. Un triste final que deja una sensación todavía más amarga al recordar su paso por el Obradoiro, en el que tenía encomendado el papel de líder que debía guiar al equipo a la ACB. De ahí ese sabor agridulce. Dulce, por haber disfrutado de un gran jugador. Agrio, por todo lo demás.
(Artículo original publicado en 2014)
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