Hay un jugador que predijo el desastre que supondría para el Obradoiro la fatídica eliminatoria de ascenso contra Juver Murcia de la temporada 1989-90. «Míster, si jugamos el play-off contra estos, no ganamos», le comentó al entrenador, Manuel Fernández Rey Pirulo, en el último partido de liga regular contra los murcianos, reforzados de forma irregular con un segundo extranjero. Ese jugador con dotes de adivino era californiano, dio un excelente resultado y compartía universidad con otro exobradoirista. Y es que ahora toca hacerle un pequeño homenaje a Victor Leroy Anger.
Anger aterrizó en Compostela en el verano de 1989 para reforzar un equipo que las había pasado canutas en la última temporada para mantenerse en la Primera B, objetivo logrado en un dramático 5º partido del play-out en Huelva. El Obradoiro no quería experimentos y por eso optó por un ala-pívot experimentado en la cancha y con muy buenas referencias fuera de ella. La elección no pudo ser más acertada y las estadísticas lo acabarían por corroborar más adelante. Pero eso fue en 1989, cuando su carrera baloncestística ya estaba lo suficientemente madura. Echemos la vista atrás.

Para iniciar su periplo vital hay que remontarse al 5 de junio de 1962 y a la ciudad californiana de Oxnard, una localidad de 200.000 habitantes situada a unos 70 kilómetros al norte de Los Ángeles. Aquí es donde vino al mundo Victor Anger y donde inició su formación académica. Lo hizo en una High School llamada Chanell Island, en la que pronto destacó como un jugador con cualidades para el basket. Con 17 años ya formó parte del equipo ideal del Ventura County, pero la explosión llegó a los 18, cuando fue elegido jugador del año de este condado y formó parte del equipo ideal del sur de California.
Su brillante paso por el instituto le abrió las puertas de su universidad, la de Pepperdine, cuyo equipo (los Waves) toman el nombre de las olas que golpean las playas de Malibú. Esta universidad es conocida por el obradoirismo porque de ella saldría años más tarde Levy Middlebrooks. Y en ella aterrizó el joven Víctor con sus 18 años, sus 2 metros pelados y su asombrosa capacidad atlética. Y con un pequeño hándicap para jugar de pívot que le acompañaría en su carrera: la altura. Algo similar a lo que le pasó a Middlebrooks.

La hoja de servicios de Victor Anger en Pepperdine fue brillante. Decir lo contrario sería faltar a la verdad. En su primer año (1981) consiguió ser nombrado Freshman of the year de la West Coast Conference (WCC). En el segundo será pieza clave en el gran campeonato que desarrolla Pepperdine, terminando el overall invicto (14-0) y logrando clasificarse para la fase final de la NCAA. Y en su último año como universitario formó parte del equipo ideal de la WCC y logró el premio de ser incluido en el Draft.
La huella de Anger en los Waves también puede comprobarse en el libro de récords de esta universidad. Es uno de los jugadores que más partidos ha disputado (113) y más puntos ha anotado (1.076) en su historia. También figura como el 4º máximo taponador del centro educativo (138) y el 8º jugador con más minutos disputados, casi 3.500. Entre sus partidos legendarios, uno disputado en diciembre de 1982 contra Seattle Pacific en el que colocó 6 tapones, una cualidad que mantendría después en Europa.
Pero si Victor Anger tiene un hueco en la historia de la Universidad de Pepperdine no es únicamente por las cifras. También lo es por formar parte del equipo que jugó contra la URSS en la gira que el combinado soviético hizo por Estados Unidos en 1982. Anger y sus compañeros se enfrentaron a la selección de Sabonis, Valters, Homicius o Belostenny, en el que fue el primer partido de la gira. La victoria cayó del lado de los rusos (116-111) y Anger tuvo el honor de participar en el salto inicial con Belostenny.

Llegó el verano y Anger fue elegido en la séptima ronda por Portland Trail Blazers en aquel flojo draft del 84, el de Olajuwon, Jordan, Barkley o Perkins. Nuestro protagonista llegó a jugar las ligas de verano con Portland, pero en agosto el manager de los Blazers, Stu Inman, le aconsejó que buscase ofertas ante la dificultad para encontrarle un hueco en el roster. Y Victor decidió hacer las maletas.
Rumbo a Europa
El primer (y efímero) destino de Anger fue Bélgica. En territorio belga se enroló en las filas de BC Renault Gante, un equipo que en la temporada 1984-85 disputaba la Copa Korac. Este es un dato clave, porque la competición europea le dará una proyección decisiva en su futura trayectoria profesional. Y es que el Gante se emparejó con el Clesa Ferrol de Manolito Aller, Loureiro, Saldaña, el exobradoirista Nate Davis o el futuro obradoirista Bill Collins. Los ferrolanos cayeron en Bélgica con un soberbio Anger (36 puntos) y en la vuelta logró otros 22 puntos hasta que fue eliminado por faltas.
El partido de Ferrol fue el 23 de enero de 1985 y solo tres días después volvió a España para firmar por el Español de Barcelona. La directiva del equipo catalán llevaba dos semanas tratando de convencer al máximo anotador de la liga belga para que aceptase sustituir a uno de sus americanos hasta final de temporada y al final lo consiguieron. «Es un jugador ágil, saltarín, buen defensor y luchador en el rebote. Y con buena muñeca para el tiro», destacaba El Mundo Deportivo el día de su llegada al aeropuerto El Prat, una vez rubricado el acuerdo con la agencia de Miguel Ángel Paniagua. El objetivo del Español era salvar el descenso de categoría y la aportación de Anger resultó decisiva para lograrlo. Una media de 24,5 puntos, 10,2 rebotes y 1 tapón por partido confirman el acierto de la elección del Español. Y todo ello, pese a jugar en la zona y no ser un pívot excesivamente alto. Apenas 2,02 metros, según la ficha de ACB.
La prensa catalana recordaba el «excelente rendimiento» de la temporada anterior cuando a comienzos de la 1985-86 ficha por el Granollers, que se queda con un jugador «bueno y barato». El Cacaolat invirtió 6 millones de pesetas en su contratación con vistas a una temporada larga (también jugaba competición europea) y el rendimiento que ofreció Victor Anger fue bueno. Finalizó la temporada con una media de 17,5 puntos y casi 8 rebotes por partido. Pero Granollers no optó por su renovación. Y aunque ese verano de 1986 sonó para retornar a Español, finalmente acabó fichando por otro equipo de la ACB, el Breogán. Será el primer contacto de Anger con Galicia, una experiencia que (al menos en lo deportivo) le dejará un recuerdo un tanto ingrato.

A Lugo llegó un jugador parecido al que despuntó en la universidad. Así lo define Tito Díaz, que coincidió con él en la cancha aquella temporada. «Era un ala-pívot muy móvil, con unas condiciones físicas increíbles que le hacían muy rápido, explosivo en las salidas y con una capacidad de salto impresionante. Pegaba unos mates que yo aún recuerdo y que no tendrían nada que envidiar a, por ejemplo, los de Deron Washington. Era buen defensor. Por ser fuerte y rápido al mismo tiempo podía defender a pívots abiertos e incluso fajarse cerca del aro con pívots más grandes. Y salía muy rápido al contraataque», me explica Tito, que cita entre sus defectos la irregularidad y la falta de seguridad en el tiro exterior. Ni una queja en lo personal: «Me dejó un gratísimo recuerdo, fue un gran profesional y mejor persona».
Pero la temporada en Lugo no va bien y a principios de diciembre el Breogán decidió cortar a Anger. Será de las pocas veces en que el jugador termine contrato antes de tiempo. El club lucense atribuyó la decisión a su falta de capacidad reboteadora (en Lugo promedió 20,8 puntos-7,3 rebotes), aunque Tito aporta otras claves: «Fue un jugador muy poco aprovechado; aquella temporada formó pareja con Art Housey, un pívot que venía del Joventut, más caro pero con más fama (había hecho un anuncio del Cola-Cao) que buen juego. Eso también perjudicó a Víctor en su momento, pues a la hora de cortar al americano, siempre se suele cortar al más barato». Anger fue sustituido por Rudy Woods (un pívot mucho más corpulento) pero el Breo terminó descendiendo. «El problema no estaba ni mucho menos en Victor«, resume Tito.

El adiós a Lugo supuso para el jugador californiano el inicio de una nueva y prolífica etapa en la Primera B, en la que el Obradoiro tendrá un sitio especial. Porque en un principio se especuló con que Anger se iría al Liborno de Italia. Pero a los pocos días se incorporó a un equipo vasco, el Askatuak Pacharán La Navarra, con el que consiguió la permanencia tras un inicio de temporada muy dubitativo que obligó al equipo donostiarra a olvidar el sueño del ascenso y luchar por la salvación.
La gran aportación en San Sebastián no pasó desapercibida para el Tradehi Oviedo, otro club de la Primera B, que en el verano de 1987 consiguió firmar por un año a Anger. En el equipo de Ricardo Hevia volvió a cuajar una gran temporada y logró el objetivo por el que fue fichado, la permanencia. Como anécdota, el ex de Pepperdine logró la canasta decisiva en un Tradehi-Feiraco Obradoiro de febrero del 88 ante los que más tarde serían sus compañeros. Los ovetenses quedaron muy contentos con Anger y buscaron su renovación, pero en su camino se cruzó uno de los gallitos de la Primera B, el Cajamadrid. La prensa situó en ocho millones de pesetas el salario de Anger en el equipo de Alcalá de Henares, dirigido por Tirso Lorente y con la clara aspiración de ascender a la ACB.

La temporada en Caja Madrid le dejará una sensación agridulce. Su rendimiento fue excepcional en números pero no logró el éxito deportivo, ya que el ascenso a ACB se le escapó al equipo madrileño en el 5º y último partido del play-off contra el Caixa Ourense, en el que los gallegos logran la victoria en Alcalá tras dos prórrogas y solo por un punto (94-95). La actuación de Anger (25 puntos) fue insuficiente para evitar la derrota.
Su paso por el Cajamadrid en la temporada 88-89 lo resume un compañero suyo, Juan Pedro Mayoral. «Fue un jugador super completo; era un 5 pero tenía un tiro muy seguro de corta y media distancia», me comenta cuando contacto con él. Y es que en una temporada de grandes retos, Anger «supo cargar con el peso del equipo cuando hizo falta y jamás se arrugó en los momentos tensos y decisivos».
Las referencias que aporta Juan Pedro Mayoral en el terreno personal también evidencian que dejó un buen sabor de boca allí por donde pasaba. ¿Cómo era Víctor Anger? «En general callado y reservado, pero muy buena persona; nunca se enfadaba ni dentro ni fuera del campo, no le importaba que le hiciesen bromas e incluso le gustaba participar en ellas. Era un gran compañero y valorado muy bien por todo el mundo», recuerda.
Y llega el Obradoiro
Cajamadrid también quedó contento con el rendimiento de Victor y le ofreció la renovación. Pero el equipo madrileño terminó descartando su continuidad por las elevadas pretensiones, o eso al menos fue lo que adujo. Y ahí es donde aparece el Obradoiro. El equipo compostelano tuvo tiempo para preparar en verano un equipo competitivo (en el verano anterior había conseguido la plaza por renuncia de otro equipo) y se fijó en ese chico de 27 años y dilatada experiencia en el baloncesto español. Justo lo que le había faltado a su colega de universidad Levy Middlebrooks. El resultado será inmejorable.
En un equipo en el que solo faltaba algo más de altura en la zona (este factor sería decisivo en el devenir de la temporada), Anger compartió vestuario con Paco Dosaula, los hermanos Solsona, Pepe Collins, Criado, Morella, Baeza o Popocho Modrego. Este último, capitán de aquel equipo dirigido por Pirulo, rescata palabras de elogio para el jugador californiano. «Personalmente solo puedo hablar bien de él: amable, muy buen compañero, tímido… y hablaba muy bien castellano», detalla a modo de anécdota. «Hacía una vida muy hogareña y tranquila, pero siempre estaba dispuesto a echar una mano», completa.

Su estreno con la camiseta obradoirista sirvió de anticipo para lo que los aficionados podrían ver (y disfrutar) a lo largo de la temporada. En la jornada inaugural en Mallorca ya consiguió 29 puntos y 13 rebotes en la derrota frente al Syrius. Y esa fue la tónica habitual durante todo el curso: un pívot con una gran facilidad para anotar y también para rebotear, pese a su situación de inferioridad frente a otros pívots. Las cifras son excepcionales: Anger promedió doble-doble durante la liga regular (con una media de 23 puntos y 11,5 rebotes) y tampoco se escondió durante los seis partidos del play-off, en los que alcanza una media de 20,8 ptos y 12,5 rebotes.
También dejó para el recuerdo de los obradoiristas actuaciones memorables, como la de Badajoz (38 puntos y 15 rebotes, y victoria con una última canasta suya), la de Las Rozas (29-19), Hospitalet (32-15 a domicilio y 27-20 en Santiago) o Lliria (29-15). Su último partido con la camiseta obradoirista lo terminó con nota: 38 puntos y 10 rebotes en la dolorosa derrota de Murcia, la que cerraba el play-off e iniciaba el camino a las tinieblas judiciales.
Ni la aportación de Victor Anger ni el gran rendimiento del resto de jugadores fueron suficientes para lograr el ascenso. ¿Qué falló? Quizás otro hombre grande en la pintura capaz de acompañar al de California. «Víctor era, como se solía decir, un gran jugador y mejor persona. Y en este caso es muy cierto. Pero por desgracia su tamaño no le permitía mayores empresas; era un dos metros justos y en Primera ya se pedía estar por encima de ese tamaño», relata Popocho Modrego.
Uno de sus hándicaps era «que no dominaba la línea de tres», algo que ya empezaba a ser fundamental para los interiores en aquel momento. Pero Modrego lo recuerda como un jugador «muy rápido para su tamaño, con una calidad indiscutible a cuatro o cinco metros del aro». «Estoy seguro de que si hubieran creído en él hubiera dado grandes sorpresas», reflexiona el capitán del Obradoiro en la temporada 1989-90.
Tras decir adiós a Santiago, Victor Anger todavía permaneció dos años más en España. La temporada siguiente (1990-91) jugó en Badajoz, el mismo sitio donde había realizado uno de sus mejores partidos como obradoirista. Y la última antes de retornar a Estados Unidos (91-92) la comenzó en un Hospitalet inmerso en una grave crisis económica, lo que le permitió a mitad de temporada la oportunidad de volver a la ACB para despedirse. Fue en Granollers, con 14 partidos promediando más de 10 puntos por encuentro. Un broche de oro para un intensa carrera: nueve equipos desde 1985 a 1992.
«Santiago se lo merece»
Victor regresó a Estados Unidos hace casi 20 años. Y es probable (o no) que desconozca que el Obradoiro ha vuelto a la élite, primero porque la Justicia hizo honor a su nombre y dos años después tras ganarlo en la cancha. Así que tocaba intentar trasladarle la noticia, con la dificultad de no tener ni rastro de su paradero. Pero las nuevas tecnologías siempre echan una mano. Y di con él. Le pido que nos cuente qué recuerdos tiene de su experiencia en España, de Santiago… y del Obra. «No estoy seguro de donde empezar», me contesta en castellano.

«En primer lugar déjame decirte que me encanta España», comienza tras pasarse al inglés. Hace memoria y aparecen la catedral, el marisco, el bacalao y el trato humano que recibió en Compostela. «La comida en Santiago fue la mejor de España y espero que lo siga siendo. Era una hermosa ciudad con una magnífica catedral. Mi esposa se adaptó bien en Santiago y asistió a una escuela allí para aprender español», recuerda.
Sobre aquella temporada, el propio Victor avala la tesis de que al Obra le faltó otro hombre grande en la zona para dar el salto a la ACB. Y es que «teníamos un buen equipo ese año», pero se echó en falta «otro cuerpo grande para manejar a la gente como Mike Phillips; pensé que teníamos la oportunidad de llevar al equipo a Primera División, pero no funcionó», se lamenta. Y tiene frescas las vivencias con gente como Paco Dosaula, Criado o Pepe Collins, con quien coincidió en varios equipos. También del vasco Mikel Cuadra, gran amigo suyo y a quien visitó hace unos años.
El Obradoiro tardó 19 años en disfrutar de aquella plaza que otro equipo le arrebató con trampas. Nadie sabe si Victor Anger hubiese podido jugar la temporada 1990-91 con el Obra en ACB. Aunque de sus palabras se deduce que en Santiago estuvo a gusto. «Me alegro de que el equipo esté en Primera División ahora, porque el pueblo de Santiago se lo merece. Ellos eran grandes aficionados y me trataron genial a mí y a mi esposa«.

Sólo una más. ¿Qué es ahora Victor Anger? Me cuenta que tras acabar la carrera universitaria en Pepperdine comenzó a trabajar en 1994 en State Farm, la segunda compañía financiera y de seguros más importante de Estados Unidos. En la actualidad controla para su empresa las áreas de Washington, Maryland y Virginia y vive cerca de la capital. «He sido bendecido con dos grandes carreras», reconoce. Ahora está centrado en la segunda. Pero en Santiago dejó huella de la primera, la de un gran pívot de dos metros raspados y del que unos y otros recuerdan su profesionalidad. Todo un seguro de vida del que Obradoiro también pudo disfrutar.
*Con la inestimable ayuda de Tito Díaz, Juan Pedro Mayoral, Popocho Modrego y del protagonista de esta historia, Victor Leroy Anger.
(Artículo original publicado en marzo de 2012)
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