Ahora es un elemento imprescindible en nuestras vidas pero en los años 80 el correo electrónico era ciencia ficción. Tampoco existían Twitter, Facebook ni cualquier otra red social de esas que utilizan los equipos deportivos como sistemas para comunicarse con el exterior. Así que el correo postal era la única forma que tenían los clubes para hablar entre ellos o con sus jugadores. Y esa fue la vía que utilizó el Obradoiro en octubre de 1982 para desearle ánimos a Miguel Loureiro, capitán y leyenda del por entonces su rival en la Primera División, el añoradísimo OAR Ferrol.
Loureiro empezó la temporada de la peor manera posible. En el primer partido de liga, un 10 de octubre en Madrid, se pegó un buen piñazo en una jugada fortuita. Jugaba el OAR contra el Inmobanco y el alero ferrolano cayó de espaldas en una pugna con el base rival Vicente Gil. Parece ser que Gil le hizo la cama -o eso contaron las crónicas del día siguiente- y el jugador gallego se comió un buen tortazo en la zona lumbar.

Nada más producirse la acción, Loureiro fue atendido en la pista por el doctor Cristóbal Rodríguez, médico del Inmobanco y también de la selección española. La cosa ya no tenía muy buena pinta y se le aconsejó reposo absoluto, a la espera de ver qué contaban las pruebas médicas a las que se le iba a someter.
Antes de acabar la semana se conocieron los resultados. El día 14, el OAR emitió un comunicado en el que se descartaba que el capitán ferrolano tuviese dañado un riñón, que era el principal temor que había en los días previos por el dolor que sufría. Lo que sí tenía era una fractura en la columna vertebral, en la tercera y cuarta lumbar. «La evolución es favorable, disminuyendo sus molestias», indicaba el parte médico, que confirmaba que no existía peligro de afectación al riñón ni al intestino.

Y aquí entra en escena la directiva del Obradoiro. El mismo día que se publicaba en prensa el alcance de la lesión de Loureiro, la directiva obradoirista envió una carta al OAR, a la atención del capitán, para trasladarle un mensaje de ánimo y un «pronto restablecimiento» tras conocer la «desdichada lesión» sufrida en Madrid. El mensaje iba perfectamente mecanografiado y lo firmaba el secretario general del club, Juan Illobre Mareque, que 36 años después sigue asistiendo en Sar a los partidos del Obradoiro.
Un bonito detalle pero que, por lo que he podido investigar, es algo totalmente insignificante en comparación con el tipo de ayuda que se prestaban los clubes gallegos en aquella época. Eran sin duda otros tiempos. Es cierto que hoy este tipo de mensajes abundan en las redes sociales, pero obviamente carecen del toque personal que sí tenía recibir una carta firmada y cuñada por un club rival.
¿Y Loureiro? Pues a principios de diciembre volvió a entrenar tras estar casi dos meses en reposo. Y el 8 de enero de 1983 regresó a las canchas en el partido que enfrentó al OAR contra el Barça en el Palau Blaugrana. Los ferrolanos volvían a tener capitán. Y duró mucho en ese puesto: 15 temporadas en el club y 257 partidos en ACB. Una leyenda oarista.
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