A principios de septiembre de 2013 la periodista de El Correo Gallego Cristina Guillén publicó bajo el título «Mario: el primer gran ídolo» una emotiva entrevista a Mario Iglesias Botia. Esa doble página, cuyo inicio se puede ver en la red, resume el lado más personal de un jugador que sigue ocupando un lugar privilegiado en la historia del club. Una figura sin la cual resulta muy difícil entender lo que fue el Obradoiro de finales de los 70 y de la década de los 80. Recogiendo el guante que lanza Cristina, me atrevo a abordar la trayectoria deportiva de todo un icono del obradoirismo.
Si Mario Iglesias tiene un sitio de honor en este blog es por varias razones, pero elegiré dos. La primera, porque es -en dura competencia con José Antonio Gil y Tonecho Lorenzo- el jugador que más partidos oficiales ha disputado con la camiseta del Obradoiro en competiciones profesionales. Y es que Mario logró algo histórico y que seguramente nunca será igualado fuera del ámbito amateur: participar en ocho temporadas distintas en el Obradoiro CAB. Casi nada.
La segunda razón es menos empírica y más de corazón, aunque también es demostrable. El eterno 11 del Obradoiro -aunque en sus inicios lució el 7- participó activamente en algunos de los partidos más importantes de la historia del club. Y en ellos dejó una huella imborrable para todas aquellas personas que tuvieron la suerte de verlo en directo. Con su 1,92 de altura y dos muelles en vez de piernas, fue sin duda un jugador con unas características poco usuales para la época. Algo que también le provocó numerosas dolencias físicas en las rodillas en forma de molestias y lesiones. Un problema que hoy tendría fácil tratamiento a base de prevención, pero que hace 30 años no era tan sencillo solucionar.
A Mario (A Coruña, 1960) lo encontramos ya en el Obradoiro en la temporada 1977-78. Tras pasar por las filas del Cotonificio de Badalona, llegó a Santiago cuando el Obra competía en la división de plata. Y pronto se ganó el cariño de la afición compostelana. En el viejo Sar, el obradoirismo fue testigo de la evolución de un jugador que era poco más que un chaval cuando se puso por primera vez la camiseta del Obra, y que mantenía su cara de niño cuando se marchó diez años después. Mario era todo intensidad y fuerza. Y talento, por supuesto.
Haciendo un repaso a la trayectoria de Mario Iglesias en el Obra se puede llegar a la conclusión de que los momentos dulces superaron a los amargos a lo largo de esas ocho temporadas. Él mismo ha reconocido que con sus problemas físicos difícilmente hubiese aguantado el ritmo de la máxima categoría. Quizás lo más justo hubiese sido que al menos Mario hubiese probado la ACB con la camiseta de su equipo de toda la vida. No obstante, puede presumir de haber vivido grandes temporadas con el Obra: un ascenso a la actual ACB (1982), un campeonato de España de Segunda División (1985) y varios años fantásticos en la Primera B con un Obra a un grandísimo nivel. Pero toca elegir.
Dos partidos. Dos partidazos de los muchos que convirtieron a Mario en ídolo obradoirista.
Primavera de 1981. El Obra se jugaba la permanencia en Primera B en un dramático último encuentro de liga frente al Porcelanas Santa Clara de Vigo. La mejor entrada de la temporada en el pabellón de Sar. Día del club incluido y 117.000 pesetas de recaudación en taquilla. Era el Obradoiro de José Antonio Gil, Boni Rodríguez, Eduardo Echarri, Julio Bernárdez, Manolo Vidal… Ese día Mario Iglesias fue el máximo anotador del partido. 26 puntos y una aportación decisiva para conseguir una victoria sufrida (90-87) y muy celebrada por el obradoirismo.
25 de abril de 1982. Mataró. EL PARTIDO con mayúsculas de la historia del Obradoiro CAB. El mayor éxito deportivo conseguido por el club hasta el ascenso obtenido en el pabellón El Plantío de Burgos. Con el añadido de que el Mataró-Obra tuvo el componente épico de la remontada feliz para nuestro club. Aquella mañana a la actuación portentosa de José Antonio Gil (28 puntos) se le unió la de Mario, con 25. Siempre Mario. Siempre apareciendo en una cita clave, decisiva. El coruñés nunca se escondía y menos en los momentos determinantes, los que encumbran a los grandes jugadores y en los que más brillan los protagonistas.
Como ya hemos contado aquí, el famoso ascenso de Mataró revolucionó la capital gallega y desplazó a cientos de personas al aeropuerto de Lavacolla. Esa noche, Mario y otros jugadores fueron vitoreados y llevados a hombros como toreros dentro y fuera de la terminal santiaguesa. Momentos nunca vividos en Santiago y de difícil olvido para quien los ha protagonizado. Era el broche de oro a una temporada descomunal en la que llegó a protagonizar auténticas exhibiciones, como los 41 puntos que le endosó al Patronato de Bilbao.
Para comprender lo que significó nuestro protagonista en el Obra rescato una anécdota que me contó Javier Suárez hace tiempo, y que sucedió en la temporada de regreso a la ACB. Él y unos amigos se fueron a Málaga a ver el partido que jugaba en la costa del sol el Obra contra el Unicaja. Y a las afueras del pabellón sucedió lo siguiente. «Se nos acercó un señor de 50 y muchos años y nos preguntó si éramos del Obradoiro. Le dijimos que sí y nos estuvo contando que se acordaba de ver al Obradoiro jugar en Málaga en el Ciudad Jardín, y concretamente nos habló de Aldrey y de Mario Iglesias. De este último dijo que había sido uno de los jugadores que más le habían impresionado en sus más de 30 años de abonado del Unicaja», cuenta Javier. «Vamos, que era buenísimo física y técnicamente… que lo tenía todo para llegar muy arriba», añade. Habían pasado unos 25 años de aquello.
Pero la mejor forma de analizar las cualidades que tenía Mario para el basket es recordándolas. Y es en este punto en el que recurro a Mirón, autor de un blog imprescindible sobre los partidos del club. Gracias a él desempolvamos un fragmento de la entrevista que le realizó la TVG en el programa Reporteiros. Aquí no sólo podéis escuchar de boca de Mario su situación personal, difícil, en 2009. También aparecen algunas de sus clásicas jugadas, como el tiro en suspensión tras bote o su famoso reverso. Pertenecen a un partido entre el Obradoiro y el Tenerife jugado en el viejo Sar allá por 1986. Imágenes históricas que pertenecen a los inicios de las emisiones deportivas de la Televisión de Galicia.
Triste epílogo
Lo que sueña todo jugador es terminar su carrera deportiva en un club con un partido especial, bien porque se logre en él un éxito colectivo, bien porque sirva de homenaje a una trayectoria. Pero el último partido de Mario Iglesias con la camiseta del Obradoiro no guarda ninguno de esos dos recuerdos. Es más, se puede calificar de triste epílogo porque no fue la despedida que merecía un jugador que permanece en la memoria del obradoirismo menos joven.
Ocurrió en Andorra el 22 de mayo de 1988. El Obra disputaba el play-out con el Andorra por la permanencia en Primera B, después de una temporada irregular, llena de problemas deportivos y extradeportivos en la que Mario jugó buena parte de los partidos pese a estar lesionado. Con ventaja de 2-1 para el equipo del Principado, el Obra era un equipo desahuciado y a la deriva que acabó perdiendo ese cuarto partido por un estrepitoso 117-88, que implicaba el descenso de categoría. La hoja de servicios de Mario, la última con el Obradoiro, incluyó 7 puntos y su eliminación por 5 faltas personales. Lo dicho: un final inmerecido tras muchas temporadas vistiendo la camiseta del club santiagués.
Curiosamente, ese verano de 1988 -como tantos otros- resultó muy convulso para la entidad obradoirista. El descenso ganado en la cancha no se llegó a producir en los despachos y el club consiguió de nuevo plaza en Primera B por una serie de renuncias. Incluso cambió de presidente y dio la bienvenida al conocido empresario de origen palestino Ghaleb Jaber. Pero para llegar ahí hubo que esperar casi al final del verano. De hecho esos meses el Obra llegó a estar dirigido por una gestora. Todo era pura provisionalidad. Y uno de los integrantes de esa gestora, Luis Seoane, admitía en la prensa aquellas semanas que Mario no quería dejar el equipo. «Respecto a Mario Iglesias, el próximo día 5 [de julio] hablaremos con él sobre la posible rescisión del contrato. A Mario le gustaría quedar aquí», declaraba Seoane. El ídolo obradoirista terminó cambiando de equipo.
Lo cierto es que no era la primera ocasión en que Mario Iglesias dejaba el Obradoiro. Esa experiencia ya la había vivido en el verano de 1982. Apenas semanas después del legendario ascenso de Mataró, Mario confirmaba que no jugaría aquella primera temporada del Obra en la élite. La razón la ha explicado él mismo en varias ocasiones: sus rodillas no aguantarían el ritmo que iba a imponer el míster Todor Lazic. Conocía sus limitaciones y era consciente de que no era posible. Y se fue al mítico Bosco de A Coruña (en la siguiente foto Mario está en la fila superior, en el medio). Fueron dos temporadas lejos de Santiago hasta que en el verano de 1984 retornó a su casa para echar por tierra aquello de que segundas partes nunca fueron buenas.
Su segundo adiós sí fue definitivo. Tras el descenso de Andorra y ante la falta de noticias, Mario Iglesias hizo las maletas y se fue a Asturias. Encaraba así sus últimos años como jugador de baloncesto, primero en el Oviedo (temporada 88-89) y después en algunos equipos gallegos, como el Aguas de Mondariz vigués. Cuenta Cristina Guillén en su entrevista que acabó su trayectoria deportiva con cuatro ascensos y dos rodillas destrozadas que aguardan sendas prótesis.
«O querido Obra, o noso equipo», le dice Mario a las cámaras de TVG. Pero que nadie se confunda: si por algo se caracterizó este jugador fue su profesionalidad dentro y fuera del club. Buena muestra de ello sucedió el 11 de marzo de 1989. Ese día imaginamos que no tuvo que ser demasiado fácil para nuestro protagonista enfrentarse al Obra en el viejo Sar y meterle 19 puntos defendiendo la camiseta del Oviedo. Ni eso, ni ver como su aportación en la cancha facilitaba que su equipo del alma perdiese aquel día 79-108.
Pasaron los meses y el pabellón que le vio crecer fue derribado. El Obra se quedó a una ronda de la ACB, el jugador terminó su carrera profesional y el club santiagués estaba a punto de iniciar el periplo judicial más largo de la historia del deporte español. Sus caminos no volvieron a cruzarse. Pero lo que parece claro es que Mario Iglesias Botia no se ha olvidado del Obradoiro. Ni el obradoirismo se olvidará nunca de él.